21 de octubre de 2009

Leyendas de Aragón (El pozo del Diablo)

El pozo del Diablo

La región de las Cinco Villas está formada por Sos del Rey Católico, Ejea de los Caballeros, Uncastillo, Sádaba y Tauste, además de otros muchos pueblos cargados de historia y tradiciones.

Uno de ellos es Layana, a sólo dos kilómetros de Sádaba y a unos cien kilómetros al norte de Zaragoza.


Con poco más de 150 habitantes, Layana conserva en el cercano barranco de Busal unos yacimientos arqueológicos del neolítico, y en la margen izquierda del río Riguel el yacimiento de Los Bañales, de la época romana; su Torreón, que formaba parte del Castillo, construido en el siglo XI; y su Iglesia parroquial de Santo Tomás de Canterbury, románico del siglo XII.

Y también conserva una leyenda, la del pozo del diablo. Un pozo que, según cuentan, fue construido por el mismísimo Satanás.

El pozo del diablo


Cuenta la tradición que una moza del pueblo vivía muy lejos de las riberas del río Riguel y, por tanto, estaba obligada a recorrer todos los días un largo trecho hasta bajar al cauce para recoger agua.

Cansada de esta situación, un buen día decidió ofrecer su alma al demonio a cambio de un pozo. El diablo acudió presto a la cita, pues nunca le habían puesto tan sencilla la tarea de hacerse con el alma limpia de una hermosa joven. Pero la moza, además de joven y hermosa, era lista. Una obra tan simple para tan poderoso señor, debería llevar una condición: que el pozo estuviera construido antes de que cantara el gallo.

Satanás siguió pensando que era muy ventajoso el trato, y deseoso de poseer el alma de la joven, lo aceptó y se puso inmediatamente a construir el pozo, seguro de que lo acabaría antes del alba.

Viendo la moza cómo el demonio trabajaba afanosamente toda la noche, pensó que conseguiría terminarlo antes del plazo fijado, quedando ella condenada al infierno por toda la eternidad. Así que decidió engañar al diablo.
Sigilosamente, poco antes de que el primer rayo de sol se desperezara en el horizonte, la joven se acercó al gallinero y aproximó un candil al gallo que dormía plácidamente. Éste, al sentir la luz pensó que ya era de día y, sobresaltado, se puso a cantar.

Al oír el canto del gallo, el diablo se esfumó, tragado por el mismísimo infierno, pues no había cumplido lo acordado. De este modo, la muchacha consiguió su pozo, por lo que ya sólo tendría que bajar al río para refrescarse en las tardes de verano.

Transcripción literaria libre

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